CORTOMETRAJES DE GEORGES MÉLIÈS

Valoración:imprescindible



Tras conocer las técnicas cinematográficas con las que contaba Georges Méliès, resulta hoy en día impresionante ver estos cortometrajes, interesantes tanto por su historia, como por sus efectos y escenografía.

Es quizá en los efectos especiales donde debemos sorprendernos más, sabiendo que los medios de producción de la época eran escasos. Pero el ingenio humano, el ingenio de Méliès, pudo superar esta barrera. Y cierto es que han sido muchos hombres, a lo largo de la historia, quienes han superado infinidad de barreras para llegar a conseguir su propósito, Méliès está entre ellos.

Pero el tema que nos acontece no es tanto el cortometraje, sino la composición escenográfica, es decir, los escenarios que crean la ambientación y sitúan a los personajes en un contexto plausible para desarrollar la trama de la historia.

En otra ocasión hablaremos de como Méliès crea su propio estudio cinematográfico, pero hoy hablamos de su producción.
Encuadrado por la influencia del teatro, sus decorados se encajan en una ubicación análoga a la de un escenario.
Dicha escena queda condicionada por las medidas del escenario y la cámara se adecua a una situación fija y predeterminada desde la hipotética ubicación en una de las butacas, quizá la butaca mejor situada frente a la escena, pero una butaca.

De esta forma la escena se vuelve estática por dos motivos: la pasividad del punto de vista de la cámara (el espectador), así como la estaticidad de los escenarios respecto a ella.
La escena es pintada. El trampantojo se presenta sobre una tela engañando a la vista, hasta un límite (claro está). El uso de la tonalidad gris, favorece que la escena se funda con los personajes confiriendo el gran realismo que aparenta ser.
La gran habilidad que presenta Méliès en sus escenografías es muy interesante, consiguiendo darle a la imagen una tridimensionalidad que realmente no existe y que termina donde empieza la tela pintada.
Nuestro ojo es confundido, hasta que la estaticidad de la cámara se descubre a si misma y revela el secreto. Nuestra vista pide ver un poco más, pero no se nos da nada. Entonces nuestra psique entristece y vuelve la espalda a esa ilusión escénica, a esa falta de realismo, a esa carencia de vida.

La estaticidad, en un primer momento atractiva e inquietante frente a nuestro ojo, ha acabado consigo misma con los mismos argumentos con los cuales se presento ante nosotros.
La estenografía de Méliès agoniza en el encajonamiento en la cual vive atrapada, su interés se ha perdido, ahora nos parece absurdo.
La decadencia de Méliè, en mi opinión, no vino dada por su austero uso de la cámara y escenarios, sin movimiento y estáticos, sino por sus historias que se terminan volviendo pesadas y repetitivas.
De todos modos parece increíble que un hombre, el cual inventó los efectos especiales y la magia del cine, no fuese capaz de salir de su escenario de telón, de su cámara fija, y diera un paso más, nos mostrara sus historias en un marco mas real, en un escenario sin pintar.
Me decepcionó constatar que Méliès no alcanzaba a ver que el cine y su escenografía podrían ser tan mágicos como sus efectos especiales, simplemente reestructurando sus conceptos básicos sobre cine.

Me parece muy interesante ver los fotogramas congelados de las películas, porque se descubren muchos detalles de la escena, muchas connotaciones de los escenarios, que en movimiento, a nuestro ojo no le da tiempo de captar como es debido. Por eso he querido elegir algunas imágenes de los cortometrajes para comentar. Cortometrajes que por su interés y su composición escenográfica me resultaron interesantes para nuestro tema estudiado: la escena.

· Viaje a la luna:



En esta imagen podemos ver el estudio de cine alrededor de la escena. Una tela de fondo y una superior, en la cual vemos claramente su fuga natural, que en realidad, cortando la escena engaña a la vista mostrando un gran cielo. Tanto es así que esta foto nos revela la complejidad y a la vez la simplicidad de la composición escenográfica. Y queda muy claro, que la escena, lejos de estar en un paraje fantástico y ciclópeo, se encuentra atrapado en un pequeño recinto del tamaño de un escenario.
A primera vista, viendo este cortometraje disfrutamos de las visiones que se nos ofrecen y el ojo asimila una primera grandiosidad de los lugares mostrados en las imágenes, pero en todo momento tenemos la tensión de no poder seguir con la vista las persecuciones, los momentos de tensión en los que la cámara no sigue a los personajes y nos conformaremos con ver un cambio de escenario brusco, que en ocasiones, no sigue la relación que tienen los sucesos con la escena, mientras que los personajes corren, la escena se mantiene sólida e indiferente a la acción.


· El hombre de la cabeza de goma

En esta película, la escenografía es bastante insípida, lo interesante de este cortometraje son los efectos especiales, cómo Méliès juega con su propia cabeza.
Pero podemos comentar algunas cosas interesantes.

La interacción del personaje con el decorado se limita a los objetos que, claramente, no son pintados en la tela que encuadra la escena.
La mesa, la silla y algunos muebles más que visualizamos al fondo, aunque en todo momento parecen estar muy relacionados e incluso podríamos confundir lo pintado con lo real, ciertamente no engañan.
En esta escena se hace mas clara la mentira visual, sobre todo en el lado izquierdo de la imagen, donde vemos unos matraces pintados y una estantería con frascos de vidrio. Uno de los matraces aforados se ha volcado e imita el derrame de su líquido interior hacia el suelo. Claro está que ésta es una farsa que no puede engañar al ojo.

Podríamos estar perfectamente frente al escenario de un teatro.
El arco de atrás centrado, un arco carpanel de ladrillo, con una gran oscuridad detrás (seguramente otro decorado), da la sensación de una ampliación del escenario irreal, como si realmente la escena fuese más amplia. Es quizá también un elemento que trasmite una mayor sensación de realidad.

Pero bueno, quizá el encanto de este escenario resida en su irrealidad y en percibirla tal como se nos ofrece, sencilla y plástica.
Una vez mas la escena es estática, y el único movimiento que encontramos es el de Méliès y su reproducción cefálica.

· El melómano

A pesar de parecer una escena sencilla, mientras nuestro ojo captaba los acontecimientos, no fijábamos nuestra atención en este escenario.
Por una parte tenemos una tela pintada, oscura en su parte superior y con un escenario en la parte inferior. El escenario es irreal por su composición, una imagen de una casa en medio de un paraje natural en el cual unos postes sujetan un pentagrama, ¿puede ser que la pretensión de Méliès es mostrarnos cómo la bella escena del fondo se genera a través de los acordes musicales? ¿O que ese paraje le transmite una conmoción musical que él mismo quiere escribir e interpretar?
El cine mudo nos dice muy poco de palabra, pero quizá mucho más visualmente que el mejor de los comentaristas.
El debate de Méliès haciendo música con su cabeza queda abierto a la fantasía y a nuestra imaginación.

· Barba azul

La escenografía de este cortometraje es fantástica de principio a fin. Me parece que es la más lograda de todos los cortos reproducidos en clase.
En las primeras escenas vemos unas telas pintadas, muy logradas.

Debo admitir que tras ver los cortometrajes, mi recuerdo de ellos es en color, me explico: al ser la escena en blanco y negro, deja una mayor libertad a nuestra imaginación, de esta manera, el escenario queda muy bien integrado con los personajes (como ya he dicho anteriormente) provocando en nuestra psique la ilusión de un mayor realismo.
Esta asociación del color, en mi opinión, viene provocada por la relación de la escena con imágenes ya conocidas. Como las imágenes de estos cortometrajes son incompletas para nuestro ojo, ya que les falta el color, nuestro cerebro intenta completar los vacíos perceptivos con imágenes almacenadas en nuestra memoria con color.
Hay varios cortometrajes que los recuerdo con un trasfondo colorido, no sabría explicar que color, pero hasta que no he vuelto a ver las imágenes en negro podría aproximar la relación de color entre escenarios y personajes. Este hecho me resulta de un sublime sensitivo que solo nuestra mente puede captar e interpretar.


A pesar de que en esta película, Méliès, sigue ostentando una actitud muy infantil frente a sus guiones, adivinamos un intento de expresión de sentimientos muy variados y quizás más cercanos al público que en otras de sus películas.
Los escenarios que elige son, junto a “Viaje a la luna”, muy diversos respecto a otros de sus cortometrajes.
Asimila distintas situaciones, incluyéndolas en escenarios muy bien elegidas para la interpretación de cada momento del cortometraje.
De esta manera, la sala con las mujeres asesinadas nos trasmite el miedo que siente la protagonista, combinando fondos negros con las mujeres y apoyándose en el color gris y lo oscuro natural de su filmografía.
Durante el sueño, en el cual la actriz tiene pesadillas, el decorado está inmerso en oscuridad, muy inteligentemente, para poder montar las imágenes de fondo que nos muestran el sueño de la muchacha.
Por último, cuando vuelve el marido, la escena se desarrolla en la puerta exterior, el decorado cambia a una tela pintada que muestra el castillo con una larga fuga, revelándonos el gran tamaño del edificio y por tanto el gran poder de Barba Azul.

NOTA: Es una lástima que solo hayan llegado unos cuantos cortometrajes hasta nuestros días. El incendio que probocó el propio Méliès, arruinado y desdichado, redujo a cenizas muchas de sus obras. El gran fallo de este director fue su falta de visión para el cine; él realmente, nunca comprendió el concepto del cine y la escenografía, y las grandes posibilidades que tenía. Atrapado en el escaso espacio de su plató y sus escenarios basados en la escenografía del teatro, le impidieron observar la fuerte evolución que sufrió el mundo del cine en torno a él.

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